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Bicentenario sin memoria: el peligro del olvido a dos semanas de las elecciones

Fortalecer la memoria histórica en el Perú no ha sido una prioridad para la clase política y tampoco parece serlo para quienes aspiran a ganar las elecciones de abril. Mientras en los últimos cinco años se presentaron 13 proyectos de ley en materia de memoria, solo dos partidos políticos incluyen medidas al respecto en sus planes de gobierno.

Por: Alexis Revollé - Unidad LR Data

Los episodios de abuso policial ocurridos en noviembre de 2020 abrieron una nueva cicatriz en el extenso historial de violencia que arrastra el país. La situación se agravó con una siguiente intervención desproporcionada de la Policía durante manifestaciones de trabajadores agrarios en diversas regiones. En ambos escenarios el saldo fue irreparable: vidas perdidas. Así terminó un año acechado por la muerte, que pudo dejar lecciones importantes en la toma de medidas urgentes contra el olvido. Todo indica, sin embargo, que esto no ha ocurrido.

La memoria histórica está, de nuevo, en riesgo de quedar relegada cinco años más. A diferencia de asuntos como la reactivación económica o los estragos generados por la pandemia, el debate público de estos comicios no implica exponer medidas de lucha contra el olvido. Poco se sabe sobre lo que harán, de llegar al poder, candidatas y candidatos presidenciales para fortalecer la memoria colectiva.

“El error es pensar en la memoria histórica como un tema que solo tiene que ver con la educación o la cultura. Construir memoria es, en realidad, una manera de garantizar que todos los aspectos de la vida en sociedad funcionen mejor. Ahí entran la economía, la salud pública, el trabajo, la interacción social. ¿Cuántos conflictos sociales nos habríamos evitado si hubiéramos trabajado en la memoria? Una población que conoce bien su historia se entiende mejor, le resulta más fácil la empatía con el otro. Pero nosotros no sabemos cuál es la nuestra. Es urgente que se apliquen acciones para revertir eso”, apunta la historiadora y docente Fabiola Claussen.

Pero el problema no termina ahí. Si por un lado no se le otorga la atención debida al trabajo colectivo de la memoria desde el poder político, quienes aspiran a encargarse de dicha labor parecen tener muy poco para decir. De hecho, la mayoría de partidos que participan de los comicios de este año no tienen nada.

Sin medidas contra el olvido

Tras un repaso por las principales propuestas de los partidos que se presentan a las elecciones, queda claro que no forma parte de sus agendas luchar contra el olvido a través de políticas públicas. Apenas dos agrupaciones, de las más de 15 que siguen en carrera, plantean acciones para trabajar en ello. Otras mencionan a la memoria como un elemento más en el desarrollo de sus propuestas, casi como si se tratara de un concepto insignificante. Y unas cuantas ni siquiera la recuerdan.

Diez agrupaciones —Renovación Popular, Acción Popular, Podemos Perú, Partido Morado, Avanza País, Somos Perú, Perú Libre, RUNA, Partido Nacionalista, Democracia Directa— se olvidaron de la memoria en sus planes de gobierno. No aluden el concepto ni una sola vez, menos aún mencionan la memoria histórica o memoria colectiva.

“Que varios partidos ni siquiera consignen en su plan de gobierno una noción como esta, tan sustancial para cualquier democracia, refleja el abandono sistemático que ha sufrido la construcción de la memoria. Somos un país que tropieza siempre con su propia historia, y es justo por eso, porque no se ha trabajado lo suficiente para crear una conciencia social desde la historia. Han pasado 20 años desde la conformación de la CVR, y a veces da la sensación de que esa fue la última gran acción que se tomó para fortalecer la memoria. El olvido nos está ganando la batalla”, advierte Jesús Francisco Seminario, investigador y experto en temas de historia colectiva.

Por su parte, otras agrupaciones, como el PPC y Fuerza Popular, incluyen en sus propuestas una breve mención a la memoria histórica. En ambos casos, el énfasis es impulsar la lucha contra el terrorismo, aunque no se especifican planes ni mecanismos claros. Todo queda en una simple alusión que se enmarca en el ámbito de los objetivos en materia educativa que plantean.

Los dos partidos políticos que sí desarrollan ideas para fortalecer la memoria en sus planes de gobierno son Juntos por el Perú y el Frente Amplio. El liderado por Marco Arana propone potenciar la creación de espacios y programas de memoria en instituciones educativas, promover iniciativas artísticas en ese sentido y además establecer días nacionales para reconocer la memoria de la población LGTBI. Esto último se incluye también en las propuestas de la agrupación de Verónika Mendoza, en las que, asimismo, se habla de un plan de pluralidad en cuanto a memorias colectivas. Todo en un plano de medidas y metas que pocas veces se traduce en acciones específicas.

“Si bien es positivo que un partido considere a la memoria histórica en sus propuestas, hay que exigir también que sea claro en las acciones inmediatas y a largo plazo que irá implementando. No parece ser ese el caso de Juntos por el Perú ni del Frente Amplio, aunque esbozan algunas ideas importantes para tomar en cuenta. Al final, los planes de gobierno son solo indicios de prioridades y, en ese sentido, al menos sabemos que la historia colectiva es una de ellas para estos grupos políticos”, precisa Claussen.

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Voces sin palabra

Para Amanda Alvarado (61), una de las víctimas del conflicto armado que azotó el país durante dos décadas, esta es una situación poco prometedora si se trata de ejecutar cambios en el tratamiento de la memoria histórica. Su esperanza por encontrar justicia está siempre al borde del abismo. La última vez que vio a su esposo fue en 1987 y, desde entonces, ha participado en colectivos e intervenciones públicas para recordar que la búsqueda de desaparecidos que dejó la guerra entre el Estado peruano y la organización terrorista Sendero Luminoso continúa inconclusa.

“No hay un día que no sienta esa decepción. Varias veces nos han prometido medidas y no nos sentimos apoyadas. Yo he estado en varias organizaciones, donde nos hemos reunido con congresistas, políticos de varios partidos, todos te dicen que van a luchar contigo, pero no es así. Yo ya sé que no veré nunca más a mi esposo, Manuel Ramos Palomino, pero quiero saber qué pasó. A dónde se lo llevaron. Se lo llevaron diciéndole terruco, a mí me dijeron terruca. Y después no supe más. Todo eso fue en Ayacucho. Pero para pedir justicia hay que ir a Lima, eso he aprendido. Trato de no rendirme, pero pareciera que todo esto es algo de lo que ya nadie quiere hablar desde hace años”, lamenta Alvarado.

En julio de 2001 se fundó la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), durante un período que auguraba una nueva relación entre el Perú y la memoria nacional. Tras lo sucedido a lo largo de la guerra, todos los actores de la sociedad se mostraron comprometidos con la búsqueda de una verdad colectiva, que sentara las bases para una etapa de paz. La CVR recogió más de 17.000 testimonios y contó más de 69.000 muertos como saldo del conflicto. Así como Amanda Alvarado, varias ciudadanas y ciudadanos peruanos siguen esperando conocer su propia historia, la de sus familiares y seres queridos que un día simplemente dejaron de ver para siempre.

“Tantas veces me han dicho que quieren escucharme, pero no sé si me entienden. Es como si quisieran escuchar mi voz, pero no entendieran mis palabras. Lo que pido es que no se olvide a mi esposo como si nunca hubiera existido. Vivimos juntos diez años, estuve con él”, comenta.
Pese a todo, en los últimos años se ha hecho poco o nada para contrarrestar esta situación. Si la memoria histórica no es una prioridad para quienes aspiran al Gobierno en estas elecciones, tampoco parece haberlo sido para quienes manejaron las riendas del poder político en los últimos cinco años.

Homenaje a las víctimas de la represión policial ocurrida el 14N. (Foto: Antonio Melgarejo / GLR)Homenaje a las víctimas de la represión policial ocurrida el 14N. (Foto: Antonio Melgarejo / GLR)

“El tema de las desapariciones durante el conflicto es una de las deudas más grandes que tenemos hasta ahora con nuestra propia historia. La educación y las iniciativas como museos o espacios de fortalecimiento de la memoria son importantes, pero insuficientes si no van acompañados de acciones inmediatas para corregir lo que se hizo mal. La urgencia de la reparación, el gesto de pedir perdón, el acompañamiento a las víctimas, esas son algunas claves que no deben perderse de vista”, resalta el investigador Jesús Francisco Seminario.

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Bicentenario sin memoria

En los últimos cinco años se elaboraron 13 proyectos de ley en materia de memoria histórica. De ellos, solo dos se convirtieron en normas publicadas en El Peruano. El resto quedó archivado, retirado o, a día de hoy, continúa siendo evaluado por alguna comisión del Congreso. Un número que evidencia la ruptura que existe entre políticas públicas y el fortalecimiento de la memoria.

Los dos proyectos que terminaron publicados en el diario oficial fueron la “Ley que declara el 6 de diciembre de cada año como el Día Nacional de la Batalla de Pasco”, emitida en 2020; y la “Ley que declara el 24 de julio de cada año como el Día Nacional de la Batalla de Zarumilla”, de 2019. Es decir, dos normas que se limitaban a resaltar una fecha específica en el calendario a fin de recordar un evento de la historia.

En agosto de 2018, la entonces bancada Nuevo Perú presentó un proyecto de ley que buscaba “reconocer el derecho individual y colectivo a la memoria de las personas que sufrieron violaciones a los derechos humanos durante el período de violencia 1980-2000”. Sin embargo, el documento fue retirado poco después por los propios parlamentarios del partido.

Para el antropólogo y experto en temas sociales Leonardo Fernández, este escenario no hace justicia a esfuerzos nacidos en la sociedad civil. “No solo tienes a las asociaciones o colectivos que luchan por conservar la memoria, también existe una serie de proyectos individuales que han servido para recordarnos, por ejemplo, lo que sucedió en los ochenta. Tal vez nunca como en los últimos cinco años se han publicado testimonios o autobiografías de quienes sufrieron todo eso en carne propia. Tienes a un Lurgio Gavilán o a un José Carlos Agüero contando los episodios más duros de sus vidas. Esos esfuerzos deberían ir de la mano de algún compromiso desde el poder político, o al menos significar un llamado a la acción”, reflexiona.